Jaime Alfonso "El Barbudo" nació un 26 de octubre
de 1783, en Crevillente, bautizado con el nombre de
Jaime José Cayetano.
En cuanto aprendió a defenderse sólo y
a lanzar pedradas para mantener el rebaño en
orden, su padre lo puso a pastorear por las montañas
de la zona. No había risco, carrascal, cueva,
o rincón de esas gargantas de la montaña
que Jaime no conociera; alguna vez perdió alguna
de las ovejas por los ataques de los lobos pero alguno
de ellos también cayó bajo la certera
pedrada.
Cuando cumplió los veinticinco se hartó
de ovejas y monte y se fue a trabajar a una finca de
Catral donde se casó con Antonia Gracia Doncella
y tuvieron dos hijos José María y Juana
Alfonso.
Ya en el pueblo de Catral era famoso el bandido “El
zurdo”, despiadado malhechor , robador sin prejuicios,
gente de mal vivir al que seguía una recua de
indeseables. Una de aquellas tardes El Zurdo intentó
robar uvas en la finca donde Jaime trabajaba pero éste
le opuso resistencia, viéndose el Zurdo difamado
ante sus seguidores, intentó probar su valentía
pero cayó muerto de un trabucazo que Jaime, más
rápido, le propinó en el pecho , directamente.
Aquí empezó la vida de Jaime como bandolero.
Como empiezan las de todos o las de casi todos, por
una injusticia.
Jaime se echó rápidamente al monte perseguido
por los hombres del El Zurdo buscando venganza pero
llegado un momento desistieron viendo que no había
forma de seguir al Barbudo por aquellos terrenos de
cabras.
Pensó entonces en entregarse a la justicia del
alcalde de Catral que, de seguro, después de
explicarle lo sucedido incluso le agradecería
el hecho, pero estaba convencido de que en cuanto apareciera
por el pueblo, los del zurdo acabarían con él
de un navajazo en el vientre.
Con la anochecida volvió a hurtadillas al pueblo
para recoger a sus hijos y a su esposa y ponerlos a
salvo llevándolos a la vega de Orihuela donde
su cuñada los acogió en su barraca. Sabedor
de que en algún momento los del zurdo le descubrirían
allí fue a refugiarse a la sierra de Abanilla.
Se dice que Jaime, al que ya conocían como “El
Barbudo” por su abandonado afeitar, sólo
robaba a los que más tenían, luego parte
del botín lo repartía entre las gentes
más humildes de las aldeas y los pueblos de la
sierra. Su nombre entonces empezó a correr de
boca en boca y fueron juntándose hombres que
le seguían, dicen que llegó a tener una
banda de hasta doscientos.
Hay quien dice que se puso de parte del absolutista
Fernando VII pero en 1821 se ofrecieron 30.000 reales
de vellón por su captura, que para aquella época
era una barbaridad.
Dicen que el Barón Taylor que fue ayudante de
campo del General de Orsay en la Guerra de la Independencia,
visitó esas tierras como comisario de la comedia
francesa, y se encontró con el Barbudo, éste,
a cambio de un precio razonable le dio su escolta y
protección durante varios días y, cuando
se despidieron, como recuerdo y como si de dos grandes
generales se tratara, se intercambiaron sus armas. De
esta forma, en la biblioteca del Barón Taylor
en París, estuvo colgado durante años
el trabuco de Jaime el Barbudo.
Alguien escribió un verso que, como si de la
“Canción del pirata” de Espronceda
se tratara decía así:
Con el puñal en el cinto
Y el trabuco naranjero,
Desafío al mundo entero
y el poder del huracán.
Hijo soy de la Aventura
Y mi patria las montañas
Que en sus lóbregas entrañas,
Seguro asilo me dan.
Puesta a precio mi cabeza
Por el mundo se pregona,
Pero si el Rey me perdona,
Desprecio el perdón del Rey.
Que es mi dicha mi caballo
Y la presa el bien que adoro,
La libertad mi tesoro,
La independencia mi ley.
A Jaime el Barbudo le sobraban valentía e inteligencia,
fuerza y astucia pero al mismo tiempo tan inocente como
para ser engañado en Murcia.
Durante la guerra de la Independencia Jaime combate
a los gabachos por tierras murcianas. Terminada la guerra
vuelve a casa pero de nuevo es perseguido por tropelías
que se le imputan falsamente. Con la proclamación
del rey Fernando VII, el bandolero se convierte en un
héroe. Pero una vez que ya no fue útil
para nadie, lo engañaron y lo llevaron preso
a Murcia.
En la plaza de Santo Domingo de Murcia se habían
instalado dos cadalsos, uno para garrote y otro para
la horca. Si ya el garrote era considerado denigrante
para el ajusticiado, la horca era lo destinado a la
calaña y así, en la horca ajusticiaron
el 15 de Julio de 1824 a Jaime el Barbudo.
Pero, como suele ocurrir con todo esto había
que dar escarmiento al pueblo que había convertido
a Jaime el Barbudo en héroe de forma que se descuartizó
el cuerpo de Jaime en cinco partes para luego ser fritos,
literalmente, para evitar que se descompusieran.
Cada una de las partes del cuerpo metidas en jaulas
de hierro, fueron colgadas en postes bien visibles en
los pueblos de la comarca.Su cabeza, por ejemplo, fue
expuesta para escarmiento público en la plaza
del pueblo de Crevillente y una de sus manos se colocó
en el puerto de la Mala Mujer, cerca de Hellín,
en Sax un pie, también se llevaron a Fortuna,
Jumilla y Abanilla.
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